En los libros de actas de la Real Academia Española, entre la antífona y oración acostumbradas al inicio de cada junta y el Agimus tibi gratias que las clausura, dispersas en el fárrago de la discusión de papeletas sobre las voces del diccionario, comparecen multitud de noticias sobre la actividad de la Docta casa. En el año 1861 encontramos una que ha pasado desapercibida en nuestra historia filológica pero que podría haber tenido gran relevancia: el primer proyecto académico de editar el Poema del Cid propuesto por el marqués de Pidal. En lo que sigue presentaremos los antecedentes académicos en las tareas de edición de textos literarios clásicos, las características de la edición, el progreso del proyecto y un análisis de algunos elementos destacables de este en relación con la historia editorial del cantar.

“Ediciones correctas y convenientemente ilustradas de nuestros poetas y escritores selectos”

Todavía no disponemos de una historia detallada sobre la labor de edición literaria de la Real Academia Española, pues los meritorios trabajos de Zamora Vicente (2006) y García de la Concha (2015), por ser obras de carácter general, o el de González Ollé (2014), por sus límites cronológicos, no se han ocupado de ello detenidamente.Footnote 1 Comenzaremos recapitulando la exigua labor de edición literaria llevada a cabo por la RAE desde sus orígenes hasta mediados del siglo XIX de manera que pueda apreciarse el proyecto de aquí estudiado. En 1715 Felipe V aprobó la primera regulación estatutaria de la academia. Su capítulo quinto se destina a tratar «De las obras de la academia»: señala como actividad primordial de la corporación la formación del diccionario, y después la redacción de una gramática, una poética y una historia de la lengua española; y rechaza presentar una retórica, alegando que es una materia sobre la cual «hay bastante escrito» (1715: 21). Sin embargo, en ninguno de los estatutos comprendidos en este capítulo se proyectaba que la RAE desempeñase la tarea de reeditar textos clásicos en lengua española. Aunque esto no implica que la corporación no contase con ese interés de forma general, solamente definió en una ocasión el objetivo de reeditar una obra clásica durante todo el siglo XVIII: cuando en 1780 presentó su magna edición del Quijote impresa por Ibarra.Footnote 2

La Docta casa acometió otras dos empresas editoriales de textos clásicos a comienzos del siglo siguiente, pero en ambas el interés por los textos reeditados era subsidiario de otros.Footnote 3 En primer lugar, en 1804 promovió la impresión mediante estereotipia de «dos obritas, una en prosa y otra en verso, de autores clásicos de nuestra España»: la Jornada de Carlos V a Túnez de Gonzalo de Illescas y la Aminta traducida por Juan de Jáuregui. El interés en esta ocasión se centraba en el desarrollo de la nueva técnica de reproducción más que en los propios textos que se franqueaban a los lectores en condición de «prueba pequeña». Por lo demás, la academia no demostraba un interés particular o notorio en la difusión de las obras literarias españolas, pues anunciaba que gracias a esta técnica podría promover, sin solución de continuidad, «ediciones de los autores clásicos castellanos y de otras lenguas».Footnote 4 En segundo lugar, en 1815 dio a la imprenta una edición del Fuero Juzgo preparada por Manuel de Lardizábal y Uribe, primicia de la ecdótica en lengua española, en la que había trabajado desde 1784. Se trataba una edición bilingüe, pues, por una parte, comprendía la edición crítica del Fuero Juzgo y, por otra, una versión del Liber Iudiciorum bajo el título de Forum Judicium, el más afín al del texto castellano.Footnote 5 En esta ocasión, como expresa el Prólogo de la publicación, la edición del texto romance respondía principalmente a motivaciones histórico-lingüísticas: “Consideró entonces la Academia que la publicación de los escritos primitivos de nuestra lengua era el medio más a propósito para ilustrar sus orígenes y poner de manifiesto los pasos por donde se fue formando desde sus principios” (1815: xxxv); y accesoriamente jurídicas: “al mismo tiempo que daba nueva luz al estudio de nuestro lenguage con la publicación del Fuero Juzgo castellano, hacía también un servicio notable a la nación, ofreciéndole uno de los documentos de mayor gravedad e influencia para la ilustración de su jurisprudencia e historia” (1815: xxxv).Footnote 6 Estos dos proyectos editoriales de comienzos del siglo XIX muestran cómo, por estas fechas, los intereses de la RAE tanto de mediación como de prescripción del canon literario español no estaban plenamente definidos.

No tardarían en hacerlo, pues en 1817 la academia concibió, a propuesta de Martín Fernández de Navarrete, su primera “Colección de autores clásicos de la lengua castellana”.Footnote 7 El proyecto se puede considerar malogrado, pues de los más de treinta volúmenes previstos solamente uno llegó a aparecer en 1821: una edición del Siglo de oro en las selvas de Erífile y la Grandeza mexicana de Bernardo de Balbuena. Tanto sobre esta colección como sobre los motivos por los que la academia seleccionó el texto de Balbuena he tratado en otras ocasiones. Por lo que ahora nos ocupa, solo cabe señalar que entre los textos seleccionados no se encontraba el del cantar ni apenas había presencia de textos medievales.

Tras este conato, y tras tres décadas en las que la academia no emprendió ningún proyecto de esta naturaleza que llegase a buen término, la definición de la tarea de edición de textos clásicos como propia de la institución llegó en los nuevos estatutos de 1848 y 1859, ambos redactados bajo la dirección de Francisco Martínez de la Rosa. En aquellos se ordenaba la creación de cinco comisiones dedicadas a la redacción y revisión de las principales obras académicas: la primera dedicada al diccionario; la segunda, a la gramática y la ortografía; la tercera, a la prosodia y la métrica; la cuarta, a la etimología e historia de la lengua; y la quinta y última, a la “reimpresión de autores clásicos, ilustrándolos con comentarios de los lugares que parezcan oscuros, notas biográficas y cuanto contribuya a la mayor fama de los escritos y sus autores” (1848: 19; cap. 4, est. 52). Pero la vigencia de esta regla fue breve y en los firmados en 1859 el artículo IV abundaba aún más en la materia recogiendo la edición como una tarea propia:

También se ocupará sin descanso la Academia en preparar ediciones correctas y convenientemente ilustradas de nuestros poetas y escritores selectos de todos los siglos, empleando gran lujo tipográfico en la impresión de los monumentos literarios que por su importancia lo requieran, y haciendo de estos y de todos, con igual esmero y corrección, ediciones claras, limpias, manuables y baratas, a fin de facilitar el que se difundan y popularicen entre todas las clases de la sociedad. (1859: 5; art. IV)Footnote 8

Se proyectaban de este modo dos clases de ediciones de los textos clásicos, unas de lujo y otras “manuables y baratas” (es decir, de bolsillo), siendo ambas igualmente esmeradas y correctas en el texto. En este momento de reafirmación nacional romántica es en el que el marqués de Pidal propuso a la corporación que publicase, con su marchamo de autoridad, una edición del Poema del Cid en 1861.

“Venerable documento de la patria literatura”

La relación del marqués de Pidal, Pedro José Pidal y Carniado,Footnote 9 con la poesía castellana medieval y con el personaje del Cid y el cantar se remonta varias décadas al proyecto que aquí estudiamos. En el año 1840 publicó en la Revista de Madrid, que codirigía, un extenso artículo sobre el corpus literario cidiano medieval en el que presentaba el cantar como “el primer canto de la musa castellana”, en una interpretación basada en la noción romántica de la naturpoesie.Footnote 10 Asimismo, en 1841 dio a la imprenta un tomo de textos poéticos castellanos anteriores al siglo XV que pretendía ser la continuación de la colección en cuatro tomos de Tomás Antonio Sánchez en la que se había exhumado el cantar.Footnote 11 Posteriormente, en el año 1851, Pidal adquirió el códice único del poema a su amigo Pascual de Gayangos, convirtiéndose en el primer “guardador” de la familia, empleando la expresión con que se referían a sí mismos los Pidal.Footnote 12 También es reseñable que en 1854 recibió una petición de Damas-Hinard, quien preparaba una edición del poema, para que le remitiese el códice a París con el objetivo de poder cotejarlo. Pidal denegó la petición cortésmente ofreciéndose a enviarle, para la preparación de su edición, reproducciones facsimilares de las páginas que le solicitase.Footnote 13 Unos años después será el propio marqués quien conciba la idea de preparar su propia edición del poema.

La noticia del proyecto del marqués de Pidal, si bien ha pasado bastante desapercibida, no es enteramente novedosa.Footnote 14 Sí lo son, en cambio, los detalles completos sobre la edición que aquí expondremos y que han sido localizados en las actas de la RAE. La información disponible hasta ahora había aparecido publicada en el resumen de la actividad académica del curso 1861–1862, redactado por Bretón de los Herreros.Footnote 15 Pidal presentó el proyecto a la corporación el 7 de noviembre de 1861, a raíz de las deliberaciones en junta sobre el proyecto de editar el Romancero del Cid, y este fue aceptado por unanimidad. El literal del resumen lee así:

En el propio día 21 de noviembre se aprobaron las bases para la reimpresión del Poema del Cid, que en 7 del mismo mes propuso el Sr. Marqués de Pidal, ofreciendo franquear al intento el original de dicho poema que había tenido la buena suerte de adquirir, evitando con su diligencia que fuese a parar a manos extranjeras; oferta que este Cuerpo literario admitió con satisfacción y agradecimiento. Las bases establecen entre otros pormenores: que a la nueva edición acompañen dos facsímiles; uno que reproduzca los primeros versos del poema, para dar idea del códice, y otro que represente al vivo los renglones últimos que contiene la fecha: que en un prólogo o introducción se den las noticias que haya del poema y de su antigüedad, se describa el códice facilitado por dicho Académico, y único que de la obra se conoce; se haga su juicio y detenido análisis; se compare al héroe con el Cid de la Crónica, etc. etc.: que al texto del poema, impreso en letra crecida, sigan en otra de menor grado las importantes notas históricas, filológicas y literarias que necesite y de que es muy merecedor, y que concluya el volumen con un glosario, a favor del cual no haya palabra en el libro que no pueda ser entendida de los lectores hasta donde alcancen los esfuerzos de la Academia. Encargados fueron de cumplir estos acuerdos el proponente y los Sres. Hartzenbusch y Mora, en junta de 5 Diciembre. (1862: 7).

El texto da cuenta suficiente de la propuesta del proyecto y de su aceptación en un periodo de poco más de un mes, pero presenta información escueta sobre las condiciones materiales del volumen y, en especial, sobre su contenido: como se verá, los etcéteras de Bretón en este párrafo sustituían informaciones puntuales de las bases.

A continuación, corroborando y ampliando esta información, transcribimos y comentamos por orden cronológico varios pasajes del libro 24 de Actas de la RAE. En la junta del 7 de noviembre, como ya se ha indicado, el marqués de Pidal propuso que la academia publicase “una buena edición del Poema del Cid”, cuyo manuscrito ha tenido “la buena suerte de adquirir”. En esta misma junta quedó instituida una comisión, en la que junto a Pidal también participarían Hartzenbusch y Mora, para redactar una propuesta sobre «la forma y condiciones de la edición». Las actas lo señalan del siguiente modo:

| [146v] Pareció al S[eño]r Marqués de Pidal ser aquella | ocasión muy oportuna para proponer a la Acade- | mia una buena edición del Poema del Cid, venerable | documento de la patria literatura, y no menos inte- | resante a todas luces que el mencionado Roman- | cero. Añadió el S[eño]r Marqués que al efecto | tendría suma satisfacción en facilitar el original | [147r] de dicho poema que había tenido la buena suerte de adquirir. | La Academia acogió las ideas y la oferta sin discusión y por | unanimidad así como el dar por ello al referido S[eño]r Acadé- | mico las gracias más expresivas. Para proponer la forma | y condiciones de la edición acordada nombró el S[eño]r Director | una comisión compuesta del mismo S[eño]r Marqués de Pidal | y de los S[eño]res Hartzenbusch y Mora. |

La propuesta redactada por la comisión fue leída en la junta del día 14, como anotan lacónicamente las actas, reservándose la discusión para la semana siguiente:

| [f. 152v] Se leyó el plan propuesto para la publicación | del Poema del Cid, se señaló para discutirlo el jueves 21 del corriente |

El texto completo presentado a los académicos quedó recogido en el acta del día 21, con leves enmiendas, del siguiente modo:

| [152v] Puestas a discusión las bases para la acordada | publicación del Poema del Cid y hechas en ellas | algunas correcciones de poca importancia quedaron | aprobadas en los términos siguientes: ||

«La nueva edición del Poema del Cid formará | un tomo en el tamaño que eligiere la Comisión | que reimprima el Poema, estampándose el texto | en letra crecida, y en letra menor las notas y glo- | sario de que se hablará. ||

Adornarán la nueva edición dos fac-símiles: | uno, que reproduzca los primeros versos del Poema | para dar idea del Códice, y otro que represente al | vivo los renglones últimos, que contienen las fechas, | en la cual se supone que se ha borrado o raspado | una C. Por el primer fac-simile se verá que el | que dieron los traductores de la Historia de la Li- | teratura Española, escrita por Bouterweck debió | dibujarse sin tener a la vista el Códice. ||

Al Poema precederá un prólogo o introducción | [153r] que contendrá: ||

1º._ Noticias del Poema y de su antigüedad. ||

2º._ Descripción del Códice, único que de él se conoce. ||

3º._ Noticias de las ediciones que hizo D[on] Tomás Sánchez y de las | demás que se han publicado hasta la reciente de M[onsieur]r. Damas- | Hinard, que pretende haber corregido el texto de la obra.

4º._ Juicio del Poema. Análisis del argumento. Comparación | del Héroe con el Cid de las Crónicas. Diferencia entre el Cid | histórico, y el Cid del Poema y de los Romances: [¿] el Poema del Cid; es un cantar de Gesta? Carácter moral del Cid. Cuadros de | costumbres que en él se hallan. Gran elevación moral del | Poema. Su mérito literario; examen de su plan de composi- | ción. Estado de la lengua y versificación castellana en el | siglo del Poema: estilo de él: pasajes notables. | Cómo han juzgado este poema los escritores modernos de España y | los extranjeros. ||

Al prólogo o introducción seguirá el texto del Poema, | correctamente impreso conforme al Códice, con ciertas expli- | caciones y observaciones breves y necesarias, estampadas al pie | de las páginas respectivas. ||

Después del Poema irán las Notas de mayor importancia, históricas, filológicas y literarias. ||

Concluirá el volumen con un glosario, a favor del cual | [153v] no haya palabras en el poema que no pueda ser entendida de los lectores, hasta donde alcancen los esfuerzos de la Academia.» |

Una vez aceptado el proyecto, del que en seguida trataremos, quedaba pendiente deliberar sobre la retribución económica que recibirían los encargados de preparar la edición. Se efectuó un sorteo para seleccionar un jurado de académicos que acordarían las condiciones y el importe de esta retribución, los cuales la fijaron en doce mil reales que se percibirían en un periodo de dos años:

| [155r] Del sorteo que al efecto se verificó, resultó compuesto | de los S[eño]res Marqués de Molins, Pacheco, Galiano, Hartzen- | busch Fernández Guerra y Catalina el Jurado que había | de acordar la conveniente retribución a los encargados de la | convenida edición del Poema del Cid. El Jurado se retiró a | deliberar, y comunicó después su acuerdo que es como si- | gue: ||

«El Jurado elegido a la suerte para determinar la | [155v] recompensa que deba señalarse a los Académicos | encargados de la edición del Poema del Cid, ha acor- | dado por unanimidad que se remunere el trabajo | con doce mil reales, cuyo abono se verificará en | dos años, y al efecto percibirá la Comisión el cin- | cuenta por ciento del producto en venta de la | obra.» |

Por último, Martínez de la Rosa encargó a los académicos redactores de la propuesta su ejecución:

| [157r] Para poner en ejecución lo acordado sobre la nueva edición | del Poema del Cid nombró el S[eño]r Presidente a los S[eño]res Marqués | de Pidal, Hartzenbusch y Mora. |

De entre las bases presentadas el día 14 por Pidal, y los restantes académicos redactores, debe comenzarse destacando que la edición parece encajar, tal vez, entre el grupo de las de lujo más que entre las de bolsillo que disponían los estatutos citados más arriba (1859: 5; art. IV), por cuanto se indica que el texto del poema se imprimiría en letra crecida; ahora bien, puesto que esto se señala en relación parcial con el cuerpo “en letra menor” de las notas y el glosario, no es del todo seguro.

La propuesta de incluir dos facsímiles recogida a continuación se presta a comentarios más detenidos. El primero de estos, pretende desautorizar una estampa aparecido en otra publicación reciente, la traducción castellana de la Geschichte der Poesie und Beredsamkeit seit dem Ende des Dreizehnten Jahrhunderts (Göttingen, 12 vols., 1801–1819) de Friederich Bouterwek. El volumen tercero de esta obra, dedicado a la literatura española, apareció en 1804 con el título Geschichte der spanischen Poesie und Beredsamkeit, y una primera parte de este volumen, aproximadamente un tercio de su contenido, apareció traducida por Gómez de la Cortina y Hugalde y Mollinedo en 1829, que es la publicación a la cual Pidal hace referencia.Footnote 16 Los traductores incorporaron entre numerosas notas y aclaraciones la siguiente estampa (Fig. 1) que, según afirmaban, era “copia exacta” del códice de Vivar y que, sin embargo, no resiste la comparación con los primeros versos de este (Fig. 2).

Fig. 1.
figure 1

Historia de la Literatura Española escrita en alemán por F. Bouterwek y traducida al castellano y adicionada …, lám. 1, p. 113

Fig. 2.
figure 2

Códice único del Poema del Cid (Biblioteca Nacional de España, Vitr. 7–17, f. 1r)

El marqués de Pidal, que atesoraba el manuscrito, era la única persona en condiciones de señalar fehacientemente que la lámina no era un facsímil, algo que, si bien no afirmaban los editores, era razonable que pensasen algunos contemporáneos. Este es el texto, impreciso y ambiguo, con que los traductores de Bouterwek acompaña su estampa:

La impresión se hizo por la copia exacta de un códice antiquísimo, escrito en pergamino (cuyo carácter de letra copiamos en la estampa primera, aunque con algunas variantes, según el que nos ha servido de original), que se conservaba sin el título que le da Bouterwek en el archivo de Vivar, cerca de Burgos, patria del mismo Cid. (1829: 112)

Sabemos que Pidal compró el manuscrito a su amigo Gayangos en 1851 (Montaner, 2022: 56–58), pero no tenemos certeza de los medios por los que este último lo obtuvo y, en última instancia, si es posible o probable que estos traductores pudiesen consultarlo en los años previos a 1829 tal como indican. No obstante, la omisión de la palabra “abiertas” en el verso tercero del cantar, junto con las diferencias notorias en otras muchas grafías, no ofrecen prueba ninguna de que así lo hicieran y, más bien, parecen indicio de lo contrario.

De mayor relevancia es la cuestión que Pidal pretende iluminar con el segundo de los facsímiles y que afecta a la redacción del éxplicit del copista Per Abbat. La cuestión de la posible supresión de una C con valor numeral en esta data suscitó diversas hipótesis desde el primer editor del cantar, Sánchez, pues podía hacer variar el año indicado de 1207 a 1307.Footnote 17 Menéndez Pidal optó por suprimir este éxplicit, que no considera parte del texto primigenio del poema, en el cuerpo principal del texto editado en su magna obra sobre el cantar de 1908–1911, y remitía a las explicaciones de su estudio (1908–1911: I, 12–18).Footnote 18 Allí daba cuenta del desarrollo de la polémica entre los principales expertos y señalaba haber aplicado reactivos para poder leer el pasaje: “A esa fecha se le raspó, quizá en el mismo siglo XIV, la última C; los reactivos no acusan el menor rasgo de tinta en el lugar de la raspadura” (1908–1911: I, 18). Curiosamente, no concluyó de la ausencia “[d]el menor rasgo de tinta” que la supuesta C nunca fue escrita. Dedujo que la C sí estuvo presente y fue raspada, y que, por tanto, el códice conservado fue copiado por Per Abbat en el año 1307. Montaner (2008:275–276) puso fin a la controversia empleando fotografía hiperespectral: corroboró la data de 1207 para la copia realizada por Per Abbat y dedujo que el códice hoy conservado era copia de aquel, bien mediata o bien inmediata, incluyendo su suscriptio. Además, atendiendo a criterios principalmente paleográficos y codicológicos, ha argumentado que la fecha de producción del códice único debe situarse hacia 1320–1330 (2011: 463–542).Footnote 19

A continuación, las bases distinguen cuatro secciones que debía contener el volumen: un prólogo o introducción, el texto del poema, notas aclaratorias y un glosario. Estos contenidos son prácticamente los mismos que había ofrecido la edición de Damas-Hinard, con la salvedad de que este incluía también una traducción francesa del poema.Footnote 20 Pidal, no obstante, presenta un plan detallado sobre los contenidos que había de incluir el primero de estos elementos, el prólogo, que subdivide en cuatro epígrafes.

En primer lugar, la introducción debía dar noticias sobre el poema y su antigüedad; cuestión, esta última, discutida hasta la actualidad. Por entonces, Sánchez había considerado la posibilidad de que fuese compuesto “a la mitad, o poco más, del siglo XII” (1779: 223), opinión compartida por Damas-Hinard (1858: xiii, n. 2). Por otra parte, este criterio había sido discutido tempranamente por el erudito Rafael Floranes y algunos seguidores.Footnote 21 Poco después de la redacción del proyecto, Janer recuperó en su edición de la colección de Sánchez para la BAE los renglones finales del colofón del juglar recitador—que no habían sido transcritos por Sánchez ni, lógicamente, por ninguno de los editores que siguieron su texto—los cuales le llevaron a considerar a Per Abbat como autor del poema y que este fue, por tanto, redactado en 1207 (1864: xvi, n. 2). Toda esta cuestión, lógicamente, pretendía ser iluminada mediante el segundo de los facsímiles antecitados. En segundo lugar, correspondía tratar sobre el códice, con la feliz circunstancia de que se podría examinar detenidamente para la ocasión—algo que Damas-Hinard no pudo hacer—. En tercer lugar, se daría cuenta de la historia editorial del poema hasta la fecha, señalando las virtudes y defectos de los trabajos de Sánchez y de Damas-Hinard.Footnote 22 En concreto, la afirmación de Pidal de que Damas-Hinard “pretende haber corregido el texto de la obra” responde a la emmendatio ope ingenii de que se sirvió en su labor de editor a la fuerza, ante la imposibilidad de cotejar el texto del códice, y tal vez con demasiada ligereza. De estas intervenciones dio cuenta Janer (1864) en reiteradas ocasiones, por lo que no parece raro que Pidal y él tratasen sobre ello.Footnote 23 En cuarto y último lugar, siendo esta la sección más detallada, se expondrían en el juicio del poema los siguientes contenidos:

  1. 1.

    el argumento del poema;

  2. 2.

    las diferencias entre el Cid del poema y el cronístico;

  3. 3.

    las diferencias entre el Cid histórico y el literario;

  4. 4.

    la adscripción genérica del poema en la categoría de cantar de gesta;

  5. 5.

    el carácter moral del héroe;

  6. 6.

    los pasajes costumbristas del poema;

  7. 7.

    la elevación moral del poema;

  8. 8.

    el mérito literario del poema;

  9. 9.

    el plan de composición del poema;

  10. 10.

    el estado de la lengua del poema;

  11. 11.

    la versificación del poema;

  12. 12.

    el estilo del poema;

  13. 13.

    un análisis de pasajes notables;

  14. 14.

    una historia de la recepción entre escritores modernos nacional e internacional.

Sobre algunas de estas materias ya habían escrito los anteriores editores del poema en sus respectivas introducciones, así como el propio Pidal (1840). Por otra parte, la producción académica en torno al Cid comenzaba a adquirir notables dimensiones, pues fue el primero de los principales cantares de gesta europeos—cuento entre ellos el Beowulf, la Chanson de Roland o el Nibelungenlied—en alcanzar la imprenta,Footnote 24 y comenzó a introducirse en las obras de historiografía literaria romántica, como en las de Schlegel o Simonde de Sismondi (Galván, 2018: 503–504).Footnote 25

A continuación, por lo que respecta a la anotación, las bases señalaban que las “observaciones breves y necesarias”, entiéndase que se refiere a aquellas útiles para la comprensión del sentido literal de los pasajes, se incluirían en nota a pie del texto, mientras que se destinaría una sección independiente y pospuesta al texto para las “notas de mayor importancia”, esto es, de mayor extensión. Es esta la misma división empleada por Damas-Hinard en su edición de 1858 y, en definitiva, una adaptación de la empleada tradicionalmente en filología clásica, que emplea las notas a pie para el aparato crítico y una sección distinta para el resto de anotaciones. Por último, las bases disponían con benevolencia la elaboración de un glosario que permitiese aclarar todas las voces del poema “hasta donde alcancen los esfuerzos de la Academia”.

Una “notoria falta de salud” y otros proyectos editoriales

Fueron varios los motivos por los que la comisión encargada no logró que tan detallado y prometedor plan llegase a buen puerto. El principal de todos, sin duda, fue la parálisis progresiva que aquejaba al marqués de Pidal desde finales de 1859: quien había propuesto la edición a la academia y quien, a fin de cuentas, custodiaba el códice del poema.Footnote 26 Confluyeron además otras circunstancias que procedemos a exponer. En 1862 Florencio Janer comenzó a preparar su edición revisada de la colección poética de Sánchez, con las ampliaciones de Pidal, para formar el volumen 57 de la BAE. Para editar el texto del cantar acudió a su guardador, quien le permitió consultar el códice único. Janer realizó su trabajo en un tiempo récord, pues afirma haberlo entregado en “menos de un año” (1864: viii-ix, n. 3). Así, una de las motivaciones para publicar el cantar, que era la demanda editorial, se veía notablemente afectada.Footnote 27

También afectó a la comisión una oferta recibida desde Chile por parte del académico honorario y correspondiente Andrés Bello.Footnote 28 El erudito caraqueño había trabajado durante más de cuatro décadas en una edición del poema y, conocedor de la noticia de que la academia planeaba editarlo, se ofrecía a remitirla para que sirviera a los trabajos de la comisión.Footnote 29 Sobre el proyecto de edición de Bello así como sobre su oferta a la Real Academia Española, de la cual queda constancia en el libro 24 de actas, trató profusamente Grases (1986: xv–xxi y lxiv–lxvii), por lo que me permito ser breve. En la junta académica del 7 de mayo de 1863 José Joaquín Mora ofreció a la academia la edición de Bello cumpliendo el “encargo confidencial” que el propio autor le había confiado.Footnote 30 Los académicos manifestaron interés y agradecimiento, y discutieron sobre la oportunidad de aceptar la oferta, pero acordaron nombrar una comisión—compuesta por el propio Mora, Cueto y Nocedal—para estudiar la cuestión y, asimismo, posponer la respuesta hasta que Bello enviase una propuesta oficial. El texto del acta refleja también la paralización del proyecto a causa de la “notoria falta de salud” de Pidal, quien debía ser informado por los miembros de la nueva comisión de los pormenores del asunto. El acta subsiguiente, de la junta del 11 de mayo, recoge de forma escueta la lectura del acuerdo redactado por la comisión, pero sin señalar el sentido de dicho acuerdo:

| [269v] Los nombrados para preparar | un acuerdo sobre el ofrecimiento | del S[eño]r Bello expresado y discutido | en la junta anterior, presentaron su | informe y lo leyó el S[eño]r Cueto. |

Aprobado por la Academia, | se acordó que el secretario le tenga || [270r] presente para dar la conveniente contesta- | ción cuando se reciba la comunicación oficial que, según lo anunciado por el S[eño]r Mo- | ra, dirigirá a la Academia sobre el referi- | do asunto el S[eño]r Bello.

El 18 de junio de 1863 Bello escribió al secretario de la academia una extensa carta para formalizar su ofrecimiento, pero sobre tal cuestión nunca más se trató en las juntas académicas, por lo que tal vez la carta nunca llegase a su destino. Conocemos su contenido íntegro porque Bello la imprimió en 1865 en la Revista Ilustrada (Grases, 1986: XVI-XXI). Finalmente, Bello falleció en octubre de 1865 sin llegar a ver impresa su edición de la Gesta del Cid, como dio en titular al poema. Su trabajo apareció publicado en 1881, formando parte del proyecto póstumo de edición de sus obras completas.

Finalmente, en abril de 1865, Manuel Cañete, Aureliano Fernández Guerra y Juan Valera, sin hacer mención de la colección planificada por Martín Fernández de Navarrete décadas atrás, propusieron a la consideración de la academia la creación de una colección destinada a la edición de los textos clásicos españoles que, al llegar a las prensas, recibió el nombre de Biblioteca Selecta de Autores Clásicos Españoles. En ella estaba incluida una edición del Poema del Cid de la que había de encargarse Pedro Felipe Monlau junto con fragmentos del Poema de Fernán González, de las obras de Berceo y del Libro de Alexandre—pero de ese costal tomaremos harina en otra ocasión—. Por lo que ahora nos incumbe, lo relevante es que para esta fecha todo viso de que el marqués de Pidal pudiese terminar su edición había desaparecido. El propio Mora, su segundo en el proyecto, había fallecido en octubre de 1864, y Pidal lo haría en diciembre de 1865.

Conclusiones

El proyecto de edición del Poema del Cid aquí recuperado y puesto en contexto es una buena muestra del estado de los estudios filológicos medievales en España a mediados del siglo XIX. La edición proyectada por el marqués de Pidal, en caso de haberse culminado y publicado, habría supuesto un notable avance en materia ecdótica y, en general, en los estudios cidianos. Ahora bien, algunos leves indicios muestran que el trabajo realizado por Janer en vida de Pidal bien pudo beneficiarse de su orientación (pues insiste en elementos como la importancia de los facsímiles o en la necesidad de ofrecer una revisión del trabajo de anteriores editores). El proyecto muestra, asimismo, cuáles eran las intenciones de la Real Academia Española en materia de prescripción y de mediación del canon literario español antes de que se emprendiese la empresa de editar la Biblioteca Selecta de Autores Clásicos Españoles y en la cual quedaron integradas en el canon hispánico las obras medievales excluidas de proyectos anteriores.